Un día como hoy, el 6 de agosto de 1964, el Papa Pablo VI publicó la primera encíclica de su pontificado: Eclesiam suam, sobre el “mandato” de la Iglesia en el mundo contemporáneo.
El documento se refiere frecuentemente al Concilio Vaticano II, reanudado por el Beato Pablo VI tras la muerte de San Juan XXIII, que se encontraba aún en marcha y que culminaría en 1965.
Pablo VI, que será canonizado el 14 de octubre de este año junto a Mons. Óscar Romero, escribió en su encíclica que la Iglesia debe profundizar “en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio, debe explorar, para propia instrucción y edificación, la doctrina que le es bien conocida, —en este último siglo investigada y difundida— acerca de su propio origen, de su propia naturaleza, de su propia misión, de su propio destino final”.
Además, reflexionó sobre “el deber presente de la Iglesia en corregir los defectos de los propios miembros y hacerles tender a mayor perfección y cuál es el método mejor para llegar con prudencia a tan gran renovación”.
El tercer aspecto abordado por Pablo VI en Eclesiam suam es el de las relaciones de la Iglesia con “el mundo que la rodea y en medio del cual ella vive y trabaja”.
“Una parte de este mundo, como todos saben, ha recibido profundamente el influjo del cristianismo y se lo ha asimilado íntimamente —por más que con demasiada frecuencia no se dé cuenta de que al cristianismo debe sus mejores cosas—, pero luego se ha ido separando y distanciando en estos últimos siglos del tronco cristiano de su civilización. Otra parte, la mayor de este mundo, se extiende por los ilimitados horizontes de los llamados pueblos nuevos”.
Este conjunto, indicó, “es un mundo que ofrece a la Iglesia, no una, sino cien maneras de posibles contactos: abiertos y fáciles algunos, delicados y complejos otros; hostiles y refractarios a un amistoso coloquio, por desgracia, son hoy muchísimos”.
En las líneas finales de su primera encíclica, el Beato Pablo VI destacó: “¡La Iglesia vive hoy más que nunca!”.
“Pero considerándolo bien, parece como si todo estuviera aún por empezar; comienza hoy el trabajo y no acaba nunca. Esta es la ley de nuestro peregrinar por la tierra y por el tiempo. Este es el deber habitual, Venerables Hermanos, de nuestro ministerio, al que hoy todo impulsa para que se haga nuevo, vigilante e intenso”, señaló.
Fuente: aciprensa.com