Octubre es el mes dedicado al Rosario y muchos católicos redescubren en esta oración predilecta de la Virgen María, su fortaleza espiritual.
Incluso el Papa Francisco ha invitado a los fieles del mundo a rezarlo todos los días, pidiendo la intercesión de la Virgen María y San Miguel Arcángel para que protejan a la Iglesia del demonio en estos tiempos de crisis.
Para seguir perfeccionando el hábito de esta oración, presentamos siete consejos prácticos tomados del libro “El Rosario: Teología de rodillas”, del sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus:
1. Dedicar tiempo
A pesar de las ocupaciones diarias, es bueno reservar entre 20 a 30 minutos al día para el rezo del Santo Rosario. Este encuentro con Jesús y María es verdaderamente más importante que las demás actividades agendadas.
Este tiempo de oración se reserva finalmente para uno mismo porque es un tiempo en el que debemos dedicarnos solo a amar.
Es posible reservar dos o tres días de la semana al rezo del Rosario y de esta forma se hará cada vez más fácil hacer esta oración, hasta finalmente practicarla todos los días.
2. Saber que rezas para alguien más
Una buena oración se basa en orientar completamente la voluntad en complacer a nuestro querido amigo Cristo y no a uno mismo.
3. Hacer pausas
San Ignacio de Loyola recomienda la llamada “tercera forma de rezar” que consiste en respirar dos o tres veces, antes de volver a retomar la oración.
A menudo es suficiente interrumpir un misterio del Rosario para volver a ser conscientes de que Jesús y María nos miran llenos de alegría y amor.
4. Dirigir los pensamientos
Se puede y se debe “desviar” los pensamientos para encontrar el misterio que debemos visualizar en nuestra mente antes de cada decena del Rosario.
Es poco probable que la repetición sea útil si no es encaminada varias veces hacia lo esencial, que es la vida de Jesús y María.
5. Un momento para compartir con Cristo
Uno de los primeros y más importantes pasos hacia la oración interior es no solo dedicarnos a pensar y meditar, sino mirar a quien va dirigida nuestra plegaria.
Saber que, a quien nos dirigimos, nos ama infinitamente despertará en nosotros diversos y espontáneos sentimientos, al igual que cuando disfrutamos y nos alegramos con la persona que nos importa sobremanera.
6. Cerrar los ojos o fijarlos en un lugar
Algunas personas cierran los ojos con el fin de concentrarse y rezar mejor. A menudo es suficiente fijar la vista en un solo lugar y evitar mirar alrededor. En cualquier caso, es importante que los ojos del corazón estén siempre abiertos.
El Rosario es como una visita al cine. Se trata de ver imágenes donde algunas preguntas básicas pueden ser de utilidad: ¿Qué, quién, cómo, cuándo, dónde? Cómo veo el nacimiento de Jesús, su crucifixión, su ascensión, por ejemplo.
A veces puedo –como si tuviera una cámara– acercar elementos o detalles y buscar un primer plano: la mano de Cristo traspasada por los clavos, las lágrimas en los ojos del apóstol Juan mientras el Señor asciende al cielo, entre otros.
7. Que la intención de rezar sea el amor
Las palabras acompañan, nuestra mente se dispone, pero es nuestro corazón el que debe dominar la oración.
Santa Teresa de Ávila lo explica de manera simple: “¡No piense mucho, ame mucho!”. En una ocasión, una anciana me contó que no podía rezar el Rosario todos los días, pero lo único que le alcanzaba era decir interiormente: ‘¡Jesús, María, los amo!’. Felicito a la mujer. A tal resultado es donde el rezo del Rosario debe llevar.
Fuente: aciprensa.com
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA Deutsch.