SIEMPRE LATIENDO.
Mis ojos duermen, mis manos descansan, mis pies se detienen, mi voz calla y mi mente se desconecta. Pero el que no deja de estar atento aunque este cansado, herido o incluso muriendo es mi corazón. Esta siempre latiendo y dispuesto a escucharte, sentirte, amarte y tenerte, Señor; yo no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.