Pequeñas historias.
1.- ¿Porqué piensa que los muchachos y muchachas de hoy en día se visten con ropas descocidas y descoloridas? Pienso que a veces, es porque algunos jóvenes no han tenido todavía golpes en la vida, o porque no han sufrido enfermedades o heridas en su cuerpo, por lo que muchas veces tienen que sobre ponérselas, aunque sea como adorno, solo superficialmente.
2.- Migran las mariposas, migran las ballenas, migran los pájaros, ¿cómo no migrar también nosotros, los humanos? “Porque así como la sinfonía necesita de cada nota, el libro de cada palabra, el cielo de cada estrella, el océano de cada gota de agua, y la primavera de cada flor, así la humanidad también necesita, de tí hermano, migrante”.
3.- La poderosa llamada. El ser humano como la gota de lluvia, ¡tiene vocación de mar! Una pequeña gota cae del cielo a la calle, y de momento se estaciona en un charco, hasta que, con algún empujoncito de cualquier lluvia ligera, logra salir de ahí, y llegar al arroyito formado a la orilla de la banqueta, para luego, a través de los drenajes filtrarse por una grieta a la tierra, de donde cruzando un venero, va a parar a una acequia, que se convierte luego en un riachuelo, de ahí en un río, hasta que finalmente, después de pasar por una hermosa laguna, y deslumbrarse por una puesta de sol, desemboca en el vasto y majestuoso mar, cumpliéndose así, su vocación de infinito.
4.- Un baño de realismo: Quizá un visitante del futuro que descienda a nuestro planeta, al pasar por las calles, llenas de escombros y muertes, y al ver nuestras tierras y mares contaminados y destruidos, podrá decir: aquí hubo una población, nunca un pueblo, quizá hubo gente, jamás una civilización.
5.- Poesía urbana: Si por las calles hubiera más guitarras que pistolas, habría más artistas que asesinos.
6.- Un joven le responde. Me estrenaba como obispo, y recién llegaba a la nueva diócesis que me encomendaron. Poco a poco iba conociendo a la comunidad y a los coordinadores de las pastorales, entre ellos al que dirigía la pastoral juvenil, a quien llamaban Tico. Al paso de un par de meses, al salir de la misa del encuentro diocesano de jóvenes un sábado por la tarde, se acerca un animado muchacho, guitarra en mano y, a quemarropa, y sin filtros, le pregunto, entusiasta e inocentemente: – ¿Eres de Tico?. Y en eso veo cómo su rostro se transforma, noto el cambio de semblante, de alegre y sonriente a serio y adusto, y con mucho aplomo y gallardía, y con voz grave, y potente, me responde: “Yo soy de Cristo”. ¡Ah qué caray! Respondí dentro de mi!. Con lo que desarmó mi sonrisa, y me dejó todo perplejo y vacilante… E intentando sacar rápido un as bajo la manga, solo atiné a decirle: no pos, ya somos dos, jeje.
7.- Cambio de parroquia.
Señor Obispo: ¿cómo después de tantos años me quiere cambiar?
Ya es el tiempo, padre
Pero, ¿cómo es que quiere mandarme ahí?
¿Qué tiene de malo? ¿Esa gente no te merece?
Sí, por supuesto, pero, y no es que no quiera, pero, ¿no ve que es mi parroquia? ¿Y eso qué tiene qué ver?
¿No recuerda aquella parte del Evangelio que dice que nadie es profeta en su tierra?
Sí, de hecho me gusta mucho ese pasaje.
Entonces, ¿por qué me manda a ejercer mi ministerio sacerdotal a la parroquia de donde salí?
Te mando, porque tú no vas ahí como profeta, y ni siquiera como párroco, sino que irás como vicario parroquial.
Ah, no pos, así explicadito, sí voy…
8.- La confesión La abuelita, fue a confesarse con el Señor Cura del pueblo; el padre después de largamente escucharla, le impone de penitencia: rezar 10 credos; ella sale del confesionario, un poco perpleja ciertamente, pero obediente y dispuesta a llevar sobre sus hombros la pesada carga, hasta que, andando algunos pasos, reacciona, piensa, y se dice, ¡ah, fíjate que no! Y que se devuelve a la Iglesia, a buscar al padrecito, al que encuentra saliendo del confesionario, se acerca y rápido le dice: ¡Oígame no, señor cura, regréseme mis pecados, y quédese con sus 10 credos!
+ Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola.