El Papa Francisco advirtió contra los sentimientos de envidia y celos hacia otras personas, porque son sentimientos “criminales, que buscan asesinar”, son “la semilla de la guerra”, “una carcoma que te corroe por dentro”.
Así se expresó el Pontífice durante la Misa celebrada este viernes 24 de enero celebrada en la Casa Santa Marta en la que advirtió que la envidia y los celos “crecen hablando con uno mismo, murmurando con uno mismo. El celoso es incapaz de ver la realidad y sólo un hecho muy fuerte puede hacerle abrir los ojos”.
Puso de ejemplo el caso del Rey Saúl y del joven David, narrado en el Libro de Samuel: “Los celos llevaros a Saúl a creer que David era un asesino, un enemigo”.
“También nosotros, cuando nos viene la envidia, los celos, actuamos así. Que cada uno de nosotros piense: ‘¿Por qué esta persona me es insoportable? ¿Por qué a aquella otra no la puedo ni ver? ¿Por qué aquella…?’. Que casa uno de nosotros piense por qué. Muchas veces buscamos el por qué y encontramos que son fantasías nuestras. Fantasías que, sin embargo, crecen por culpa de esa murmuración conmigo mismo”.
Frente a la envidia asesina de Saúl, el Papa confrontó la nobleza de David, y la ejemplificó con el episodio bíblico en el que Saúl accede a la caverna en la que se refugiaban David y sus partidarios. Los amigos de David le animan a aprovechar para matar al rey, pero él se niega: “Jamás alzaré la mano contra el ungido por el Señor”, fue su respuesta.
Y a continuación, David sale de la cueva y acude junto a Saúl llamándole “Rey, mi señor”, y haciéndole ver que podría haberlo matado, pero no lo hizo.
“Eso hace explotar la burbuja de jabón de los celos de Saúl, que reconoce a David como si fuese un hijo y regresa a la realidad”, destacó el Pontífice.
“Se trata de una gracia cuando el envidioso, el celoso se encuentra ante la realidad que hace explotar la burbuja de jabón que es su vicio de celos o de envidia”.
Por ello, invitó a mirarse a uno mismo “cuando somos antipáticos con una persona y preguntarnos: ¿Qué es lo que hay dentro de mí? ¿Hay una carcoma de celos que crece porque él tiene algo que yo no tengo, o hay una rabia escondida?”.
En ese sentido, invitó a “proteger nuestro corazón de esta enfermedad, de esta murmuración conmigo mismo que hace crecer esa burbuja de jabón que no tiene consistencia pero que hace mucho mal”.
“Estemos atentos, porque es una carcoma que entre en el corazón de todos nosotros y nos lleva a juzgar mal a la gente, porque dentro hay una rivalidad: él tiene una cosa que yo no tengo. Y así empiezan las rivalidades”.
Esas rivalidades, concluyó, “nos llevan a descartar a la gente, nos llevan a una guerra, a una guerra doméstica, a una guerra en el barrio, a una guerra en el lugar de trabajo. Desde el mismo origen, es la semilla de la guerra: la envidia y los celos”.
Fuente: aciprensa.com