Papa Francisco cumple 52 años de sacerdocio con un sueño y una sonrisa en el corazón

El 13 de diciembre de 1969 Jorge Mario Bergoglio fue ordenado sacerdote: 52 años de ministerio sacerdotal vividos bajo la bandera de la misericordia, la alegría del Evangelio y una visión profética del plan de Dios.

Misericordia, sueño, sonrisa, gratitud: los 52 años de ordenación sacerdotal que el Papa Francisco celebra este 13 de diciembre tienen estos fundamentos que el propio Pontífice ha indicado en repetidas ocasiones a los sacerdotes como herramientas para vivir plenamente su ministerio.

Su vocación nació a una edad temprana, cuando aún no tenía 17 años, durante la confesión con un sacerdote al que el futuro Pontífice ni siquiera conoce. Fue el 21 de septiembre de 1953, memoria litúrgica de San Mateo, el recaudador de impuestos convertido por Jesús, y en ese acto de penitencia el joven Jorge experimentó la misericordia de Dios. “Después de la confesión -dijo el propio Francisco el 18 de mayo de 2013 en la Vigilia de Pentecostés en la Plaza de San Pedro con los movimientos, nuevas comunidades, asociaciones y grupos de laicos- sentí que algo había cambiado. Yo no era el mismo. Había oído una voz, una llamada: estaba convencido de que tenía que ser sacerdote”.

No es casualidad que su lema episcopal, y más tarde papal, fuera “Miserando atque eligendo” (“Lo miró con misericordia y lo eligió”), un pasaje de una homilía de San Beda el Venerable que comenta el episodio evangélico de la vocación de San Mateo. Así, el 13 de diciembre de 1969, Jorge Mario Bergoglio fue ordenado sacerdote por el arzobispo Ramón José Castellano.

La llamada a la misericordia, que fue también el tema de un Jubileo especial que tuvo lugar entre 2015 y 2016, resuena a menudo en los discursos de Francisco y en sus exhortaciones a los sacerdotes: “El sacerdote es un hombre de misericordia y de compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos”, dijo a los párrocos de Roma el 6 de marzo de 2014. “Quien se encuentra herido en su propia vida, de cualquier manera, puede encontrar en él atención y escucha (…) Hay muchas personas heridas por problemas materiales, por escándalos, incluso en la Iglesia. Los sacerdotes debemos estar allí, cerca de estas personas. Misericordia significa curar las heridas. Y es, sobre todo, en el confesionario donde los sacerdotes pueden dispensar la misericordia de Dios. Por eso, el Papa exhorta a los confesores a ejercer “el apostolado de la oreja”, a no estar “con el látigo en la mano”, sino a “recibir, escuchar y decir que Dios es bueno y que Dios perdona siempre, que Dios no se cansa de perdonar” (Ángelus, 14 de febrero de 2021).

En palabras de Francisco, todo sacerdote debe ser también un soñador, como San José: “No un ‘soñador’ en el sentido de alguien con la cabeza en las nubes, alejado de la realidad -explicó a la Comunidad del Pontificio Colegio Belga, recibida en audiencia el 18 de marzo de 2021-, sino un hombre que sabe mirar más allá de lo que ve: con una mirada profética, capaz de reconocer el plan de Dios donde otros no ven nada, y tener así una meta hacia la cual abrirse.

En la práctica, los sacerdotes deben “saber soñar con la comunidad que aman, sin limitarse a querer conservar lo que existe – ¡conservar y salvaguardar no son sinónimos! -en cambio, deben estar dispuestos a partir de la historia concreta de las personas para promover la conversión y la renovación en sentido misionero, y hacer crecer una comunidad en marcha, formada por discípulos guiados por el Espíritu e impulsados por el amor de Dios”. Los sacerdotes no deben ser “superhombres con sueños de grandeza”, sino “pastores con olor a oveja”, capaces de soñar con “una Iglesia completamente al servicio” y con “un mundo más fraterno y solidario”, abandonando la “autoafirmación” para poner a “Dios y a las personas” en el centro de la vida.

Francisco invita a menudo a los sacerdotes al ejercicio de la gratitud y el agradecimiento: “La gratitud es siempre “un arma poderosa”, escribe en su Carta a los sacerdotes con motivo del 160º aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars. “Sólo si somos capaces de contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, de generosidad, de solidaridad y de confianza, así como el perdón, la paciencia, la indulgencia y la compasión con que hemos sido tratados, permitiremos que el Espíritu nos dé ese aire fresco capaz de renovar, y no de remendar, nuestra vida y nuestra misión”, manteniendo encendida “la llama de la esperanza”.

Fuente: vaticannews.va/es