Inicia un nuevo día, gracias Señor por permitirme este nuevo despertar. Antes de todo busco un momento de silencio, de recogimiento interior para repasar poco a poco, junto a ti, las actividades a realizar este día, los pendientes. Ayúdame Señor a saber aprovechar cada momento para darte gloria a ti, que sepa detenerme a lo largo de la jornada a conversar contigo, a escuchar tu voz, en la lectura de las escrituras, en una visita al Santisimo, en un momento de oración. Dame la gracia de entender que sin ti Señor mi alma se seca, el egoísmo crece, mi capacidad de amar y servir disminuye. Por eso quiero estar unido a ti Señor, desde que amanece hasta el final del día, para que todo cuanto haga Señor sea de tu agrado, teniendo siempre presente que hay más alegría en dar que en recibir. ¡Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mi no apartes. Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes. Ya que me proteges tanto como verdadera Madre, Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Amén. (Pbro.Tavo).