Antes de iniciar mis actividades de este día me detengo un momento a conversar contigo Señor, gracias por este nuevo día. Al reflexionar en el evangelio de hoy soy cuestionado sobre mi capacidad de perdón. ¿Cuántas veces tengo que perdonar? Es la pregunta de Pedro. Hasta setenta veces siete, la respuesta contundente de Cristo. Hay que perdonar siempre. Y yo ¿realmente he aprendido a perdonar? ¿perdono de corazón y olvido, o he dejado que algunos rencores se aniden en mi corazón? Señor tú lo sabes todo, tú me conoces y sabes lo que guardo en mi corazón. Dame la gracia de limpiar, de borrar de mi vida todo aquello que me pueda apartar de ti o del prójimo. No permitas que mi corazón sea un bodega dónde se acumulan odios o rencores. Ayúdame a tener siempre presente todas las veces que tú me has perdonado, lo paciente que has sido conmigo, tu infinita misericordia. Dame la gracia de hacer la experiencia del perdón Señor. Que el sentirme amado y perdonado me lleve a siempre a amar y a perdonar, a jamás guardar rencores, a vencer el mal con el bien. No es facil, cuesta, pero no estoy solo, tu estas conmigo, por eso hoy te pido: Enséñame Señor a perdonar como perdonas tú, a ser paciente como lo eres tú, a amar como amas tú, a vivir la vida como la viviste tú, a tender la mano y ayudar a los hermanos como lo hiciste tú. Dame la gracia de todos los días meditar tus enseñanzas, de visitarte en el Sagrario para aprender de ti, para fortalecer y nutrir el corazón, para poder amar y perdonar cómo me has enseñado tú, Amén. (Pbro. Tavo).