Redacción ACI Prensa
Hoy, como cada 19 de diciembre, la Iglesia recuerda al Beato Urbano V, pontífice número 200 de la Iglesia Católica. Gobernó entre los años 1362 y 1370, durante una de las épocas más difíciles de la historia de la Iglesia, conocida como “el destierro de Avignon”.
Avignon
Durante este período, los Papas tuvieron que dejar la ciudad de Roma, sede del papado desde el siglo I, a causa de las continuas revueltas y conflictos entre las coronas o casas italianas. Los pontífices, en consecuencia, se establecieron en Avignon, Francia, poco después del año 1300. Urbano V fue el sexto Papa en el destierro.
Tras la muerte del Papa Inocencio VI, en diciembre de 1361, Urbano V fue elegido como su sucesor. Como en ese momento era un monje ordenado sacerdote que se encontraba en misión diplomática, fue llamado a Roma y en un solo día tuvo que ser consagrado obispo y elevado a pontífice. Poco después de haber asumido el papado, se trasladó a Aviñón.
Urbano V nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios en la Universidad de París y luego se hizo monje benedictino. Durante el curso de su vida monástica destacó por sus cualidades espirituales y capacidad organizativa, llegando a ser superior de varios monasterios.
El papel de liderazgo dentro de su Orden le ganó el aprecio de varios pontífices, quienes valoraron su dotes diplomáticos y lo convocaron al servicio de la Santa Sede como representante papal (nuncio).
Reforma de la Curia
Como Papa se propuso acabar con los abusos de algunas familias italianas que intentaban copar el poder eclesial para ponerlo al servicio de sus coronas o naciones. Además, promovió una política de austeridad, cortando con el exceso de lujos de sus colaboradores y limitando la ostentación de los bienes del palacio pontificio. Urbano V se preocupó realmente por que los miembros de la curia fueran modelos de vida cristiana.
Ubicó a personas de reconocida virtud en los cargos eclesiásticos más importantes y luchó por acabar con las malas costumbres instauradas en el clero. Al mismo tiempo, trabajó para fortalecer el papel educativo de la Iglesia, convirtiéndola en protagonista del enriquecimiento cultural de los pueblos. Entre sus obras educativas se cuenta la fundación de la primera academia pontificia de medicina.
Urbano V contó con el apoyo de las órdenes mendicantes -franciscanos y dominicos- en la organización de viajes de evangelización a Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania y Lituania, convirtiéndose en un precursor del moderno espíritu misionero de la Iglesia, consolidado siglos más tarde.
Vuelta a la Sede de Pedro
Este Pontífice fue el primero en romper el periodo de Avignon, cuando decidió retornar a Roma y devolverle a la Ciudad la condición de Sede Pontificia, algo a lo que no se había atrevido ninguno de sus predecesores. Habían sido más de 50 años los que la Iglesia fue gobernada desde fuera de Roma. Cuando Urbano V estableció su residencia en la Ciudad Eterna, ésta se encontraba en estado de abandono espiritual y deterioro moral.
Francia
En ese momento, Urbano V mandó reconstruir los monumentos principales y recuperar los edificios y bienes eclesiales. Lamentablemente, el advenimiento de una nueva guerra entre Francia e Inglaterra, y un severo deterioro en su salud, hizo que Urbano dispusiera retornar a Francia en 1370.
Un nuevo descontento surgió entre los romanos, en cuyas mentes resonaba la profecía de Santa Brígida. La santa había anunciado que el Papa moriría si abandonaba Roma nuevamente. El 5 de diciembre de 1370 Urbano salió de Roma y solo unos días después, el día 19, falleció. Fue sucedido por el Papa Gregorio XI.
Urbano V fue beatificado en 1870 por el Papa Pio IX.
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Fuente: aciprensa.com