El Beato Bartolomé Gutiérrez fue un sacerdote agustino del siglo XVI, que entregó la vida en el martirio siendo misionero en Japón.
Bartolomé nació el 4 de septiembre de 1580 en Ciudad de México. Con 16 años, en 1596, ingresó a la Orden de San Agustín. Era un hombre corpulento y con sobrepeso. Se dice que sus hermanos le gastaban bromas por ese motivo, a las que respondía con una paciente sonrisa. Su más grande deseo era ser misionero, mas no pocos entre los agustinos veían con escepticismo dicha posibilidad.
No creían que Bartolomé fuese capaz de emprender un viaje a tierras lejanas y pudiese sobrevivir en medio de la geografía agreste y el clima. No obstante, en una ocasión respondió a las bromas de esta manera: “Tanto mejor, así habrá más reliquias que repartir cuando muera mártir, porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón donde moriré por la fe de Cristo”.
Después de que concluyó los estudios eclesiásticos fue ordenado sacerdote y enviado a Puebla. En 1606 fue alistado junto a otros misioneros para ir de misión a Filipinas. Una vez llegado fue designado como maestro de novicios. Bartolomé tenía una gran habilidad para aprender otras lenguas, así que aprendió tagalo y luego se introdujo en la lengua japonesa.
En 1612 se embarcó rumbo a Japón y un año después fue nombrado prior del convento de Osaka, donde se entregó de lleno a la evangelización, teniendo pronto a su cargo una gran comunidad de fieles cristianos.
En 1615 se decretó la expulsión de todos los religiosos del Japón, y el Beato Bartolomé se vio obligado a regresar a Filipinas. Sin embargo, el provincial le pidió que regresara a Japón, acompañando al Beato Pedro de Zúñiga. Los misioneros arribaron a la tierra de misión el 12 de agosto de 1618.
De ahí en adelante, el Beato ejerció un ministerio ejemplar entre los japoneses, predicando y administrando los sacramentos de manera clandestina. Bartolomé se enfrentó al peligro de la persecución por más de 12 años. Vivió entre los campos y el bosque, pasó hambre, miseria y soportó el clima adverso.
En 1629 fue tomado prisionero en Omura y en 1631 fue trasladado con sus compañeros a Nagasaki, donde lo mantuvieron en cautiverio tres años más, hasta que, finalmente, se le condenó a muerte. Fue quemado vivo el 3 de septiembre de 1632 junto con otros misioneros. Su cuerpo quedó reducido a cenizas y éstas fueron arrojadas al mar.
El Beato Bartolomé formó parte del grupo de 205 mártires del Japón encabezados por el Beato Alfonso Navarrete. Ellos fueron elevados a los altares el 7 de julio de 1867 por el Papa Pio IX.
En el calendario litúrgico de México la fecha para su conmemoración es el 2 de septiembre, con el grado de memoria opcional. Ese día, las oraciones de la misa y la liturgia de las horas están dedicadas únicamente a él.
Fuente: aciprensa.com