Redacción ACI Prensa
Cada 8 de octubre recordamos a dos santas mujeres que vivieron entre los siglos IV y V, Tais y Pelagia. Aunque entre ellas no se conocieron, la tradición las ha unido en virtud de las similitudes entre sus historias, especialmente porque ambas dieron un vuelco total a sus vidas tras el encuentro con Cristo. Santa Tais vivió en Alejandría (Egipto) y Santa Pelagia en Antioquía (actual Turquía).
Tais y Pelagia, siendo muy jóvenes, cayeron seducidas por el desenfreno y la fuerza de la cultura pagana de su tiempo. Sin embargo, cuando recibieron el anuncio de Cristo dejaron todo atrás para seguirlo, reparar el daño que se hicieron a sí mismas y vivir en pos de la santidad. Tais fue una famosa meretriz y Pelagia una bailarina cortesana.
Rescatada del meretricio
Santa Tais recibió formación cristiana, pero abandonó su fe y se alejó completamente de Dios, atraída por las riquezas, el lujo y los placeres carnales. Fue tal su alejamiento que era imposible reconocerla más como una cristiana, de lo desfigurada que tenía el alma. Felizmente, eso no quiere decir que Dios no la siguiera viendo como su hija o dejara de buscarla como a oveja perdida.
De acuerdo al testimonio atribuido al obispo San Pafnucio -el santo del desierto de Tebaida- Tais pudo reencontrarse con su fe. El santo relata cómo, después de haber vivido entre la perdición y el escándalo, y haber avergonzado a sus hermanos cristianos, Tais cedió a su anuncio insistente y dejó que el buen Jesús le toque el corazón. Arrepentida, la joven implora perdón y cambia de vida.
Santa Tais pasaría, después, unos tres años en una celda de un monasterio, aislada, en penitencia y dedicada a la oración. Tras ese periodo, se integró a la vida del monasterio, aunque no por mucho tiempo: moriría dos semanas después, aunque por fin en paz y reconciliada con su Creador. Esto sucedió alrededor del año 348.
A Santa Tais se le considera en las Menologías ortodoxas y las Iglesias católicas orientales honran su memoria hasta hoy. Es patrona de Alejandría y suele ser representada vestida con ricas y coloridas sedas, un espejo -símbolo de la vanidad- y un collar de perlas, como representación de la futilidad de lo adquirido lejos de Dios.
Libre de una vida cortesana
Pelagia, por el contrario, nació y creció como pagana y su conversión al cristianismo se produjo recién por mediación del obispo de Antioquía, Nono, anacoreta de Tabenas. Bastó que la santa lo oyera predicar para que Dios moviese su corazón a una conversión sincera, pidiera el bautismo, y cambiara danzas, máscaras y abalorios, por penitencias y oración.
Una vez bautizada se trasladó a Jerusalén, donde viviría en un monasterio cercano al Monte de los Olivos. Murió alrededor del año 468. Es patrona de los cómicos y de los arrepentidos.
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Fuente: aciprensa.com