Redacción ACI Prensa
Cada 18 de marzo, la Iglesia universal celebra a San Cirilo de Jerusalén, Doctor de la Iglesia. San Cirilo fue un obispo de origen griego que vivió en el siglo IV, considerado uno de los exponentes más importantes de la Patrística (periodo de los Padres de la Iglesia) por su contribución al desarrollo y esclarecimiento de la doctrina cristiana. Es recordado también por haber sido obispo de Jerusalén, en todo momento fiel defensor (apologeta) y expositor de la recta doctrina.
Catequista de vocación
Cirilo nació cerca de Jerusalén alrededor del año 315. Según la tradición fue ordenado sacerdote por San Máximo, obispo de la Ciudad Santa, quien le encomendó instruir a los catecúmenos; tarea que realizó por muchos años y que lo indujo más tarde a realizar aportes cruciales a la teología de los sacramentos -en particular del bautismo, la Confirmación y la Eucaristía-.
A partir del año 348, Cirilo sucedería a Máximo en la sede de Jerusalén. Sería un periodo de 35 años, al final, los que el santo estuvo a la cabeza de la Iglesia de la antigua ciudad. Lamentablemente, de esas tres décadas y media, dieciséis años los pasó en el destierro de manera intermitente, debido a sus escritos y discursos ortodoxos, inspirados en el Concilio de Nicea, en los que enfrentaba a arrianistas y paganos, tanto en el terreno político como en el eclesial.
En sintonía con las Escrituras y la Tradición
El Papa Benedicto XVI recordaba en la Audiencia General del 27 de junio de 2007 que son 24 los escritos de San Cirilo que se conservan hasta hoy. Estos textos denominados “Catequesis” a secas, le merecieron al santo el título de Doctor de la Iglesia, concedido por el Papa León XIII en 1883. Se trata de un conjunto de sermones pronunciados en la Ciudad Santa acerca de la penitencia, el pecado, el bautismo y el Credo, con el propósito de instruir a los catecúmenos y recién bautizados. De acuerdo al Papa Emérito, hay en estos textos un desarrollo de la teología sacramental en varios niveles, perfectamente integrados en la liturgia de iniciación cristiana, que los fieles renuevan constantemente: “La catequesis de san Cirilo, basándose en las tres dimensiones descritas —doctrinal, moral y mistagógica— es una catequesis global en el Espíritu. La dimensión mistagógica [iniciación cristiana] lleva a cabo la síntesis de las dos primeras, orientándolas a la celebración sacramental, en la que se realiza la salvación de todo el hombre”.
Por otra parte, San Cirilo recoge en su obra notas importantes en torno a los símbolos cristianos, como por ejemplo la Cruz del Señor o la roca que cerró el Santo Sepulcro. El interés por estos temas fue una herencia de San Macario, antiguo obispo de la Ciudad Santa, quien según la tradición apoyó a Santa Elena en la búsqueda de las sagradas reliquias de Cristo.
Padre conciliar
La historia de la Iglesia nos recuerda la importancia de la participación de San Cirilo en el Concilio de Constantinopla (el segundo concilio ecuménico de la historia) celebrado entre mayo y junio del año 381. Por su cabal argumentación en contra del arrianismo, los padres conciliares llegaron a referirse a él en estos términos: “Valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión”; en los que se subrayan dos importantes características del santo, necesarias en todo catequista: valor y capacidad de lucha espiritual. El arrianismo era una postura que afirmaba que Cristo había sido creado, afirmación que concluía en la negación de la divinidad de Cristo y el desconocimiento de Dios como Trinidad Santa.
San Cirilo murió en Jerusalén en el año 386.
Fuente: aciprensa.com