La Iglesia celebra cada 4 de agosto a San Juan Bautista María Vianney (1786-1859), conocido como el Santo Cura de Ars, debido al nombre del pueblo en Francia donde sirvió por muchos años: Ars-sur-Formans, ubicado a 30 Km de la ciudad de Lyon.
San Juan María Vianney es el patrono de los sacerdotes, en especial de los párrocos. Es considerado el paradigma del buen confesor. Poseía dones extraordinarios como la profecía o la capacidad para conocer las almas y penetrar sus intenciones. Fue un hombre muy humilde y de gran discernimiento, modelo de pastor. En repetidas oportunidades, fue blanco del ataque directo del demonio, pero poseía una alma fuerte, fortalecida por la gracia, la mortificación, la oración y servicio.
Su pasión por la salvación de las almas lo llevó a pasar frecuentemente largas horas en el confesionario, con el propósito, como solía decir, de “arrebatarle almas al demonio”.
Su sencillez fue ejemplar, al punto que vivía desprendido de las cosas materiales. Regaló hasta su propia cama, por lo que adquirió la costumbre de dormir en el suelo de su habitación. Llevó una vida ascética: practicaba habitualmente el ayuno y cuando no, le bastaban unas papas y de vez en cuando un huevo hervido. Solía decir que “el demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de piel, como a la reducción de la comida, la bebida y el sueño”.
Son bastante conocidos los episodios en los que el demonio trató de amedrentarlo o distraerlo. En una oportunidad hizo temblar su casa hasta por 15 minutos para que deje de orar; en otra ocasión quiso que deje la misa que estaba celebrando, causando un incendio en su habitación. El santo mandó a otras personas a apagar el fuego y no se movió del altar. También hubo noches terribles para él, en las que el demonio hacía ruidos para no dejarlo dormir, mientras se burlaba sugiriendo que abandone el ayuno.
A San Juan María Vianney también le tocó vivir tiempos convulsionados, debido a las secuelas de la revolución francesa. Mucha gente se apartó de la fe y cada vez eran más los que no querían saber nada de Dios. El Cura de Ars se propuso atender esta necesidad dedicándole mucho esfuerzo a la preparación de sus sermones. El Santo pasaba noches enteras en la sacristía componiendo y memorizando lo que iba a decir, consciente de la fragilidad de su memoria, poniendo mucho empeño para después hacerse entender y transmitir el Evangelio a cabalidad.
Fue muy sensible a las necesidades de su grey. Se ocupaba con mucho cariño de la instrucción de los niños en el catecismo e intentó combatir las malas costumbres que apartaban al pueblo de la Iglesia, especialmente los días domingos: luchó para que los trabajadores no fueran obligados a trabajar los fines de semana, o para que las tabernas permanezcan cerradas y la gente vaya a misa. Más de una vez causó polémica entre sus feligreses cuando condenaba que se malgaste el dinero y el tiempo en diversiones superfluas. En una de sus homilías llegó a decir “la taberna es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar”.
Con el tiempo, su popularidad fue creciendo y solían llegar miles de personas a Ars para confesarse con él, incluso desde lugares muy lejanos.
San Juan María fue un hombre de profundo amor por la Virgen María, a quien consagró su parroquia y su servicio sacerdotal.
El sábado 4 de Agosto de 1859, el Santo cura de Ars partió a la Casa del Padre. Tenía 73 años. Fue canonizado en la fiesta de Pentecostés de 1925 por el Papa Pío XI.
Este 13 de agosto se cumplirán 205 años de su ordenación sacerdotal, realizada en 1815.
Fuente: aciprensa.com