Papa Francisco en la Catedral de Notre-Dame en Québec, este 28 de julio. Crédito: Captura de video / Vatican Media.
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
Al reunirse con obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados en la Catedral de Notre-Dame de Québec, en el marco de su viaje a Canadá, el Papa Francisco aseguró este 28 de julio que “necesitamos anunciar el Evangelio para dar a los hombres y a las mujeres de hoy la alegría de la fe”.
En su encuentro, realizado en el quinto día de su viaje apostólico a Canadá, el Santo Padre subrayó que “a nosotros, pastores de la Iglesia, se nos pide esa misma generosidad para apacentar el rebaño, para que pueda manifestarse la solicitud de Jesús por todos y su compasión por las heridas de cada uno”.
“Precisamente porque somos signo de Cristo, el apóstol Pedro nos exhorta: apacienten el rebaño, guíenlo, no dejen que se pierda mientras ustedes se ocupan de sus propios asuntos. Cuídenlo con dedicación y ternura”, dijo.
El Papa Francisco resaltó que la de los cristianos “no es una alegría fácil, esa que a menudo nos propone el mundo, ilusionándonos con fuegos artificiales”.
“No está ligada a riquezas y seguridades; tampoco a la persuasión de que en la vida nos irá siempre bien, sin cruces ni problemas”, continuó.
“La alegría cristiana, en cambio, está unida a una experiencia de paz que permanece en el corazón incluso cuando estamos rodeados de pruebas y aflicciones, porque sabemos que no estamos solos sino acompañados de un Dios que no es indiferente a nuestra suerte. Así como cuando el mar está agitado, que en la superficie aparece turbulento y en la profundidad permanece sereno y tranquilo”.
El Papa precisó que la alegría cristiana es “un don gratuito, la certeza de sabernos amados, sostenidos y abrazados por Cristo en cada situación de la vida”.
El Santo Padre apuntó luego a la importancia de “reflexionar sobre aquello que, en la realidad de nuestro tiempo, hace peligrar la alegría de la fe y amenaza con oscurecerla, poniendo seriamente en crisis la experiencia cristiana”.
“Pensamos inmediatamente en la secularización, que desde hace tiempo ha transformado el estilo de vida de las mujeres y de los hombres de hoy, dejando a Dios casi en el trasfondo, como desaparecido del horizonte”, indicó.
Sin embargo, precisó, se debe tener cuidado con una “mirada negativa” que “nace con frecuencia de una fe que, sintiéndose atacada, se concibe como una especie de “armadura” para defenderse del mundo”.
“Acusa la realidad con amargura, diciendo: ‘el mundo es malo, reina el pecado’, y así corre el peligro de revestirse de un ‘espíritu de cruzada’”.
“Prestemos atención a esto, porque no es cristiano; de hecho, no es el modo de obrar de Dios, el cual ―nos recuerda el Evangelio― ‘amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna’”, expresó.
Para el Papa, “estamos llamados a tener una mirada semejante a la de Dios, que sabe distinguir el bien y se obstina en buscarlo, en verlo y en alimentarlo. No es una mirada ingenua, sino una mirada que discierne la realidad”.
Recordando a San Pablo VI, el Santo Padre recordó que distinto a la secularización “es el secularismo, una concepción de vida que separa totalmente del vínculo con el Creador, de modo que se vuelve ‘superfluo y hasta un obstáculo’ y se generan ‘nuevas formas de ateísmo» sutiles y variadas: «una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género’”.
El Papa Francisco precisó que “a nosotros como Iglesia, sobre todo como pastores del Pueblo de Dios, como pastores, como consagradas, como consagrados, como seminaristas y como agentes pastorales, nos toca saber hacer estas distinciones, discernir”.
“Si cedemos a la mirada negativa y juzgamos de modo superficial, corremos el riesgo de transmitir un mensaje equivocado, como si detrás de la crítica sobre la secularización estuviera, por parte nuestra, la nostalgia de un mundo sacralizado, de una sociedad de otros tiempos en la que la Iglesia y sus ministros tenían más poder y relevancia social”, dijo. “Esta es una perspectiva equivocada”, añadió.
El Santo Padre resaltó que el anuncio del Evangelio “no se hace principalmente con palabras, sino por medio de un testimonio rebosante de amor gratuito, tal como Dios hace con nosotros”.
“Es un anuncio que pide encarnarse en un estilo de vida personal y eclesial que pueda reavivar el deseo del Señor, infundir esperanza, transmitir confianza y credibilidad. Y sobre esto me permito, en espíritu fraterno, proponerles tres desafíos que ustedes podrán llevar adelante en la oración y en el servicio pastoral”.
Ante los “desiertos espirituales de nuestro tiempo, generados por el secularismo y la indiferencia”, dijo el Papa, “es necesario volver al primer anuncio”.
“No podemos presumir de comunicar la alegría de la fe presentando aspectos secundarios a quienes todavía no han abrazado al Señor en sus vidas, o bien sólo repitiendo ciertas prácticas, o reproduciendo formas pastorales del pasado”, expresó.
El Papa Francisco indicó que “es necesario encontrar nuevos caminos para anunciar el corazón del Evangelio a cuantos todavía no han encontrado a Cristo”.
“Eso presupone una creatividad pastoral para llegar a las personas allá donde viven, descubriendo ocasiones de escucha, de diálogo y de encuentro. Es necesario volver a lo esencial y al entusiasmo de los Hechos de los Apóstoles, a la belleza de sentirnos instrumentos de la fecundidad del Espíritu hoy”.
El Papa también subrayó el desafío del “testimonio”, pues “el Evangelio se anuncia de modo eficaz cuando la vida es la que habla, la que revela esa libertad que hace libres a los demás, esa compasión que no pide nada a cambio, esa misericordia que habla de Cristo sin palabras”.
El Santo Padre señaló que “la Iglesia en Canadá, después de haber sido herida y desolada por el mal que perpetraron algunos de sus hijos, ha comenzado un nuevo camino”.
“Pienso en particular en los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables, crímenes que requieren acciones fuertes y una lucha irreversible. Yo quisiera, junto con ustedes, pedir nuevamente perdón a todas las víctimas”, expresó.
“El dolor y la vergüenza que experimentamos debe ser ocasión de conversión, ¡nunca más! Y, pensando en el camino de sanación y reconciliación con los hermanos y las hermanas indígenas, que la comunidad cristiana no se deje contaminar nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es legítimo usar medios de coacción contra los demás”.
El Papa Francisco alentó a los católicos en Canadá a recuperar “el ardor de vuestro primer obispo, san François de Laval, que se enfrentó contra todos los que degradaban a los indígenas induciéndolos a consumir bebidas para engañarlos”.
“No permitamos que ninguna ideología enajene y confunda los estilos y las formas de vida de nuestros pueblos para intentar doblegarlos y dominarlos”, expresó.
Finalmente, el Santo Padre apuntó al desafío de la “fraternidad”, precisando que “la Iglesia será testigo creíble del Evangelio cuando sus miembros vivan más la comunión, creando ocasiones y espacios para que quienes se acerquen a la fe encuentren una comunidad acogedora, que sabe escuchar y entrar en diálogo, que promueve un buen nivel de relaciones”.
Al concluir su mensaje, el Papa Francisco dirigió unas palabras a San François de Laval, destacando que él fue “el hombre del compartir, visitando a los enfermos, vistiendo a los pobres, combatiendo por la dignidad de los pueblos originarios, sosteniendo a los misioneros cansados, siempre pronto a tender la mano a los que estaban peor que tú”.
Fuente: aciprensa.com