Amor de Jesús es más importante que todos los mandamientos, dice el Papa

El Papa Francisco continuó con su serie de catequesis sobre las Cartas de San Pablo a los Gálatas en la Audiencia General de este miércoles 11 de agosto en la que explicó que la ley y los mandamientos son los “pedagogos” hacia el encuentro con Cristo, porque el amor a Jesús “es más importante que todos los mandamientos”.

Esto es muy importante porque la ley nos lleva a Jesús. Pero alguno de ustedes puede decirme: ‘no padre, una cosa ¿esto significa que si yo rezo el Credo no tengo que cumplir los mandamientos?’ No, los mandamientos tienen actualidad en el sentido que son pedagogos que te llevan al encuentro con Jesús. Pero si tú, dejas a un lado el encuentro con Jesús, y quieres regresar a dar más importancia a los mandamientos… Éste era el problema de aquellos misioneros fundamentalistas que se mezclaron entre los Gálatas para desorientarlos.

Que el Señor nos ayude a caminar en la vía de los mandamientos, pero, mirando el amor de Cristo, con el encuentro de Cristo, sabiendo que el amor de Jesús es más importante que todos los mandamientos”, afirmó el Santo Padre. 

A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco: 

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

«¿Para qué la ley?» (Gal 3,19). Esta es la pregunta en la que, siguiendo a San Pablo, queremos profundizar hoy, para reconocer la novedad de la vida cristiana animada por el Espíritu Santo. Pero si existe el Espíritu Santo, está Jesús que nos ha redimido ¿para qué la ley? Y esto debemos reflexionar hoy.

El apóstol escribe: «Si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gal 5,18). En cambio, los detractores de Pablo sostenían que los Gálatas tendrían que seguir la Ley para ser salvados. Iban hacia atrás, eran como, digamos, nostálgicos de otros tiempos, tiempos antes de Jesucristo. El apóstol no está en absoluto de acuerdo. No es en estos términos que se había acordado con los otros apóstoles en Jerusalén. Él recuerda bien las palabras de Pedro cuando sostenía: «¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?»

Las disposiciones que surgieron de aquel primer Concilio, el primer Concilio ecuménico fue ese de Jerusalén. Y las disposiciones eran muy claras y decían: «Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, apóstoles, no imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, la idolatría, de la sangre, de los animales estrangulados y de las uniones ilegítimas. Algunas cosas que tocaban el culto a Dios, la idolatría, y que tocaban el modo de entender la vida de aquel tiempo. Cuando Pablo habla de la ley, hace referencia normalmente a la ley de Moisés, a los diez mandamientos. Esa estaba en relación, en camino, era para preparar, estaba en relación con la ley con la Alianza que Dios había establecido con su pueblo.

Según varios textos del Antiguo Testamento, la Torah – el término hebreo con el que se indica la Ley – es la recopilación de todas esas prescripciones y normas que los israelitas deben observar, en virtud de la Alianza con Dios.

Una síntesis eficaz de qué es la Torah se puede encontrar en este texto del Deuteronomio, que dice así: «Porque de nuevo se complacerá Yahveh en tu felicidad, como se complacía en la felicidad de tus padres, si tú escuchas la voz de Yahveh tu Dios guardando sus mandamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley, si te conviertes a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma» (30,9-10).

Es decir, la observancia de la Ley garantizaba al pueblo los beneficios de la Alianza y garantizaba el vínculo particular con Dios. Este pueblo, esta gente, esta persona están vinculados con Dios y hacen ver esta unión con Dios en el cumplimiento de la Ley. Estrechando la Alianza con Israel, Dios le había ofrecido la Torah para que pudiera comprender su voluntad y vivir en la justicia.

Pensemos que en aquel tiempo existía la necesidad de una Ley así, fue un gran don que Dios dio a su pueblo. ¿Por qué? Porque en aquel tiempo existía el paganismo en todos lados, la idolatría en todos lados, y las conductas humanas que derivan de la idolatría. Y por eso, el gran don que deriva de su don al pueblo es la ley, ir hacia adelante.

En más de una ocasión, sobre todo en los libros de los profetas, se constata que la no observancia de los preceptos de la Ley constituía una verdadera traición a la Alianza, provocando la reacción de la ira de Dios. El vínculo entre Alianza y Ley era tan estrecho que las dos realidades eran inseparables. La Ley es la expresión, que una persona, un pueblo, está en Alianza con Dios.  

A la luz de todo esto es fácil entender el buen juego que tendrían esos misioneros que se habían infiltrado entre los Gálatas para sostener que la adhesión a la Alianza conllevaba también la observancia de la Ley mosaica. Así como era en aquel tiempo. Sin embargo, precisamente sobre este punto podemos descubrir la inteligencia espiritual de San Pablo y las grandes intuiciones que él ha expresado, sostenido por la gracia recibida para su misión evangelizadora.

El Apóstol explica a los Gálatas que, en realidad, la Alianza y la Ley no están vinculadas de forma indisoluble. La Alianza con Dios y la Ley mosaica. El primer elemento sobre el que se apoya es que la Alianza establecida por Dios con Abraham se basó en la fe en el cumplimiento de la promesa y no en la observancia de la Ley, que todavía no estaba. Abraham empezó a caminar siglos antes de la Ley. Escribe el Apóstol: «Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma [con Abraham], no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde [con Moisés], de tal modo que la promesa quede anulada. Esta palabra es muy importante, el pueblo de Dios, el cristiano, caminamos en la vida mirando una promesa, la promesa es precisamente lo que nos atrae, nos atrae para ir hacia adelante en el encuentro con el Señor.

Pues si la herencia dependiera de la Ley, ya no procedería de la promesa, que estaba antes de la ley, la promesa a Abraham, y sin embargo Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa» (Gal 3,17-18) después vino la ley cuatrocientos treinta años más tarde.

Con este razonamiento, Pablo alcanza un primer objetivo: la Ley no es la base de la Alianza porque llegó sucesivamente. Era necesaria, es justa, pero antes estaba la promesa, la alianza. Un argumento como este pone en evidencia a los que sostienen que la Ley mosaica sea parte constitutiva de la Alianza, no, la Alianza está antes, es la llamada a Abraham. La Torah, la ley de hecho, no está incluida en la promesa hecha a Abraham.

Dicho esto, no se debe pensar que San Pablo fuera contrario a la Ley mosaica, no, la observaba. Más de una vez, en sus Cartas, defiende su origen divino y sostiene que esta posee un rol bien preciso en la historia de la salvación. Pero la Ley no da la vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa, porque no está en la condición de poder realizarla. La ley es un camino, es uno que te lleva hacia adelante hacia el encuentro. Pablo usa una palabra, no sé si está en el texto, una palabra muy importante: la ley es el pedagogo hacia Cristo, el pedagogo hacia la fe en Cristo, es decir, el maestro que te lleva de la mano hacia el encuentro. Quien busca la vida necesita mirar a la promesa y a su realización en Cristo.

Queridos, esta primera exposición del apóstol a los Gálatas presenta la novedad radical de la vida cristiana: todos los que tienen fe en Jesucristo están llamados a vivir en el Espíritu Santo, que libera de la Ley y al mismo tiempo la lleva a cumplimiento según el mandamiento del amor.

Esto es muy importante porque la ley nos lleva a Jesús. Pero alguno de ustedes puede decirme: ‘no padre, una cosa ¿esto significa que si yo rezo el Credo no tengo que cumplir los mandamientos?’ No, los mandamientos tienen actualidad en el sentido que son pedagogos que te llevan al encuentro con Jesús. Pero si tú, dejas a un lado el encuentro con Jesús, y quieres regresar a dar más importancia a los mandamientos… Éste era el problema de aquellos misioneros fundamentalistas que se mezclaron entre los Gálatas para desorientarlos.

Que el Señor nos ayude a caminar en la vía de los mandamientos, pero, mirando el amor de Cristo, con el encuentro de Cristo, sabiendo que el amor de Jesús es más importante que todos los mandamientos. Gracias.

Fuente: aciprensa.com