Un poco de poesía para esta hora del Adviento.

Un poco de poesía para esta hora del Adviento. 

El viento 

Ya se escucha el rumor del viento: “El niño está por nacer, ha comenzado el Adviento, es tiempo de empezar a creer”. Preparemos los caminos, para que todos podamos ver. ¡Alistémonos Peregrinos! Ya viene el que va a nacer.

El Adviento no viene arrebatadamente, sino comienza despacio y tenue, como nace el amor, a partir de la primera mirada; como brota la espiga, después de la última nevada; como brota la flor, grávida y enamorada; y cómo surge el destello, al despuntar la alborada. 

Adviento es creer que los primeros copos de nieve del invierno formarán los impetuosos arroyos del verano. Es estar atentos, como escrutando la noche, como espiando el alba, porque la noche no es la última palabra, hay un futuro que aguarda. 

Adviento es acortar distancias para hablarle al hermano y al amigo, y buscar atajos para alcanzar al que se ha ido. Es estar atento a todo aquello que nace, y que trae un germen consigo, rebosante de plenitud y bonanza. 

Es hablar con el corazón y con los gestos del alma. Es estar atento a las personas, a su silencio y a su mirada; es saber leer el lenguaje… de sus lágrimas.

Es un salto que bulle impetuoso y gozoso por el que viene, es saber que llega una noche que esconde un secreto, que guarda una chispa de luz, capaz de iluminar el mundo entero. 

Es un tiempo de renovar la mente y el corazón, de no atemorizarnos ante los preludios del mal que anuncia la noche, sino más bien de avivar el fuego de la luz y de la firme esperanza. 

Es dilatar y ensanchar el alma en la espera de la bienaventuranza eterna. Es en fin, un tiempo de gozo, en el que todo se hace cercano, Dios a nosotros, nosotros a los demás, y uno a sí mismo.

… Una voz se escucha: el Amado viene. Y es tal la fuerza e impacto de su voz, que te despierta y dice, que aunque la noche es larga y pesada, la vida es un lugar de encuentro, que sabe a hogar, lleno de luz y de esperanza.


El cielo del Adviento. 

La bella noticia del Adviento, es una persona, Jesús, un Dios que florece bajo nuestro cielo, coronado por el sol. 

Y así como algunos saben ver el cielo reflejarse en una gota de rocío, así habremos de descubrir las huellas de Dios, en el polvo del camino. 

Porque el mundo está lleno de las huellas de Dios…

El Señor viene, todos los días viene, de todos los caminos, de todas las veredas. 

Y ya sea que lo esperes o no, Él se acerca!

La buena noticia, es una historia llena de futuro, llena de luz y de esperanza porque Dios está cerca.  

Hay riesgo de no verlo, sí. 

¿Lo reconoceré?


Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola