¿Qué línea de apóstol sigues?

¿Qué línea de apóstol sigues? 

Al llegar a la Diócesis de Piedras Negras hace ya cuatro meses, una gentil feligrés me preguntó: ¿qué línea de apóstol sigue usted? Y la verdad no supe qué contestar. Nunca me habían hecho esa pregunta. Un poco tiempo después me volvieron a preguntar lo mismo, y ahora sí lo pensé mejor y contesté: la del apóstol Pedro, pues admiro su virtudes, pero sobre todo me identifico con sus limitaciones y debilidades. Me gusta mucho la figura de este apóstol, recia y al mismo tiempo titubeante. Me anima, me conmueve y me enternece. Especialmente esa forma de ser impulsiva y precipitada al seguir a Jesús; y esas reacciones valientes y arrebatadas, como ante Malco, 

el sirviente del sumo sacerdote Caifás, ante quien no dudó en sacar la espada y cortarle la oreja, con tal de que no arrestaran a su maestro; o ese arranque que tuvo al querer seguir a Jesús caminando sobre las aguas, y no dudar en pedirle que le permitiera ir con él, y tirarse al mar desde la barca, sin pensarlo dos veces al ser llamado, para inmediatamente después mostrar tibieza y temor al empezar a caminar, hasta hundirse penosamente, no pudiendo soportar su realidad, y terminar siendo rescatado por el Señor, quien no le ahorró el regaño: ¿por qué dudaste?

Aunque también tuvo respuestas brillantes, como cuando contestó, él primero que nadie, a la pregunta: ¿quién dicen ustedes que soy yo? “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Recibiendo con alegría y orgullo, la felicitación por parte de Jesús. Pero poco le duró el gusto al cuestionar impertinentemente a su amigo, el Nazareno, sobre sus planes de ir a la peligrosa ciudad de Jerusalén, y querer que el Señor siguiera sus planes, y no él los de su maestro, para luego recibir con vergüenza el duro regaño de este último. 

Sin embargo admira entrañablemente la cercanía, la confianza y la amistad que le depara Jesús, al pedirle que lo acompañe a la oración por la noche, al monte de la Transfiguración, y a visitar personas, ciudades y pueblos. No puedo dejar de mencionar el gran liderazgo que Pedro ejerce, al ir por delante de los apóstoles, en la toma de decisiones, y en muchas acciones y respuestas. 

Y finalmente el capítulo triste de su traición, actitud bastante humana, que nos refleja en nuestras propias traiciones a Jesús. Así respondía el apóstol a su maestro, quien cargaba con su cruz, camino del Calvario, incluso después de haberle dicho que jamás lo negaría, que nunca lo abandonaría y que, si era necesario, moriría con él (Cfr. Mt 26, 33-35). 

No obstante, el sello único y sublime del apóstol, el clímax de su seguimiento, su graduación como apóstol, el núcleo de su fortaleza, fue el reconocerse pecador, hombre débil y necesitado de la misericordia de Dios, al derramar esas lágrimas vacías de orgullo, soberbia y prepotencia, y llenas de humildad y arrepentimiento, que le ganaron una mirada a lo lejos, compasiva y comprensiva, de Jesús su maestro, que volvería a confiar en él.

Pedro asumiría su encargo, y guiaría fielmente al rebaño, sin separarse ya nunca más de la cruz de su Señor. 
Por todo esto, sigo la línea del apóstol Pedro… 

Y no por querer ser Papa, aclaro, bueno sí, pero solo media hora, para alcanzar a canonizar a mi papá y a mi mamá, y hacer Basílica a mi parroquia, y nada más. Y luego me vengo corriendo de regreso a Piedras… jeje


Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola