Estaba seguro que vendrían: experiencia en Hidalgo, Coahuila.


Íbamos llegando en coche por primera vez al municipio de Hidalgo. Pensábamos que la misa sería en la Iglesia de Guadalupe, que es la más antigua, (en lo que después sabríamos que esta zona se llama Hidalgo 1). Al ir llegando a la plaza principal, pulcramente decorada, llena de frondosos árboles y juegos para niños, nos topamos con un cortejo que venía con la carroza por delante y un grupo nutrido de personas caminando atrás. Dudamos a lo lejos si era el comité de bienvenida, pero pronto nos dimos cuenta que no. No supimos de qué se trataba, ni el nombre del difunto, ni si eran católicos o no. Rodeamos la plaza por el otro extremo y llegamos a la Iglesia de Guadalupe, un poco escondida y con bancas blancas al exterior. No había nadie en la Iglesia. Una patrulla llegó detrás de nosotros, se bajaron los policías bien armados y nos dijeron que ahí no sería la misa, y nos condujeron a la Capilla de San Ramón Neo nato, ubicada en la plaza del otro sector del pueblo llamado Hidalgo 2. Ahí encontramos a tres gentiles damas que nos esperaban. Llegamos 40 minutos antes de la hora de la misa. Nos pusimos a dialogar con ellas y nos platicaron de las tres capillas que tenía el Pueblo, la de Guadalupe para los lugareños originales, luego el templo de San Ramón en la 2a plaza, para los que llegaron de la Laguna, y por último, la capilla de San Isidro Labrador, no muy lejos de ahí, en el ejido Hidalgo. 

Allí ya estaba también el fraile Ricardo, de sonrisa amplia y mediana edad, con su conocido hábito franciscano, y detrás de él venía otro fraile más joven, recién ordenado sacerdote, y con este último un grupo de monaguillos, y un coro de jóvenes de la parroquia del Perpetuo Socorro de la diócesis de Nuevo Laredo. Preparamos la misa, los cantos y las lecturas por los fieles difuntos, ya que era sábado 2 de noviembre, y empecé a preguntar nuevamente a las señoras, que eran encargadas de las capillas, sobre las fiestas patronales, cómo festejaban la navidad, cuáles eran las tradiciones del pueblo, cómo era la formación de los niños de catecismo, las fechas de primeras comuniones y confirmaciones, y agendamos de una vez, algunas celebraciones, y en eso me tocan el tema del cortejo, se trataba de un señor ya mayor muy reconocido en el pueblo, y me dijeron que su familia había buscado un padre y, que por supuesto no habían conseguido, ya que el sacerdote solo viene, de la diócesis vecina, los sábados a las 12 md, y aunque les dijeron que tendríamos misa hoy al medio día, les contestaron que no se les acomodaba, porque su funeral era más temprano, y me aclararon que efectivamente, sí eran católicos, total que al escuchar todo eso, y faltando solo 10 minutos para empezar la Eucaristía, le digo a la señora que los conocía, hábleles por favor, y dígales que si alcanzan a venir a misa los esperamos, en eso les marca, y le responden que acaban de colocar el cuerpo en la sepultura. La persona que estaba llamando me pasa el teléfono al no convencerlas de que vinieran, escucho a la esposa con sus gritos de dolor, y a la gente alrededor toda compungida, como quiera alcancé a hablar con la hija del difunto, y le dije que estábamos a punto de empezar la misa, me pide que la ofrezcamos por su papá, insistí en que si podían vinieran ahorita, ya que estábamos muy cerca, y se metieran a la Iglesia a la hora que llegaran, o si no, al finalizar, les haría una oración y les daría una bendición. 

Empezamos la primera y solemne misa en Hidalgo, y un servidor aguardaba expectante que llegaran, estaba seguro que vendrían, trabajamos en equipo con el Señor Jesús, y él haría que vinieran, estaba seguro. Transcurría la celebración, y no llegaban, solo veía pasar los carros y los caballos, que pasaban por entre el atrio y la plaza. Leímos el evangelio y compartí la homilía, y nada. Ya casi para terminar la misa, le digo al padre Chano, párroco del pueblo contiguo de Guerrero, que concelebraba conmigo: ahorita que termine la misa, mientras yo hablo con la gente de Hidalgo, por favor ve y busca a la familia del difunto, donde quiera que esté, y dales una oración y una bendición. Cuál no sería la sorpresa que en ese mismo momento, va entrando la numerosa familia en la capilla, justo antes de dar la bendición final. Me dio mucho gusto verlos, con toda reverencia y respeto los recibimos, pasaron al frente, y los sentamos en la primera banca, le avisé a la comunidad que después de la bendición final me quedaría con ellos, para orar y encomendar el alma de su familiar. 

Y así fue, pasada la bendición, me acerqué a ellos formando un círculo, hicimos una íntima oración, nos abrazamos y les di a cada uno su bendición. Sus rostros, no obstante el dolor, se veían con luz, y vivían este momento como una especial providencia de Dios. Al final ya ni pudimos platicar con la gente del pueblo, pero habíamos hecho lo más importante, atender y abrazar el dolor de esta pobre gente que caminaba literalmente sola, sin pastor, llevando a cuestas su cruz y su aflicción. Todos nos quedamos con un sentimiento de alivio, al ver cómo Dios se había hecho presente y cercano a ellos, y cómo los había abrazado con amor y con ternura. No hubo diálogo con el pueblo, pero lo que sí hubo, fue un rico asado de puerco que habían preparado los grupos de las capillas, para compartir después de la misa, con todos los asistentes. No hubo más remedio que quedarnos a degustar el rico platillo, por el que tanto se habían esmerado las señoras, y sobre todo, la hazaña de ponerse de acuerdo los equipos de las tres capillas, y trabajar como uno solo, para esta especial ocasión.  

Una persona me dijo, y no puedo dejar de mencionar, que el padre Carlos Aguilera, de la diócesis de Piedras Negras, atendió heroica y pastoralmente por muchos años Hidalgo, Guerrero y Villa de Fuente, desde la parroquia de Nava, yendo una vez por semana a estos distantes lugares. Hoy ya en la casa del Padre.  

Por cierto, solo 5 templos de hermanos separados, por tres católicos en Hidalgo, temía que hubiera más. No obstante se respira un ambiente de fe católica que habremos de cultivar y reforzar. 

Dios nos regaló un día luminoso. Ya habrá oportunidad de regresar en Navidad para dialogar con este amado y fronterizo pueblo de Hidalgo, y por el asado… 

Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola 
2 de noviembre 2024.