Redacción ACI Prensa
Cada 6 de abril la Iglesia recuerda a San Pedro de Verona, sacerdote y fraile dominico, teólogo, predicador y miembro del Tribunal del Santo Oficio. San Pedro Mártir, como también se le conoce, fue el segundo miembro de la Orden de Predicadores en ser canonizado (el primero fue Santo Domingo de Guzman, su fundador), tan solo once meses después de su muerte, por lo que su proceso de canonización es considerado el más breve de la historia.
A Pedro de Verona, además, se le cuenta entre los mártires. Siendo un valiente predicador, cumplió con su misión al punto de entregar la vida por Cristo. Su prédica estuvo dedicada a combatir los errores de su tiempo, en especial la herejía de los cátaros o albigenses, quienes, en el siglo XIII, habían extendido su “maniqueísmo cristiano” con relativo éxito por Europa occidental, incluyendo el centro y norte de Italia, de donde el santo era originario.
Salvado del error
San Pedro Mártir nació en Verona, región de Lombardía (Italia), en 1205. Aunque sus padres estuvieron vinculados al catarismo, Pedro tomó distancia de dicha doctrina gracias a su estancia en la Universidad de Bolonia. Tras estudiar en ese recinto académico, recibió el hábito dominico de manos del fundador de la Orden, Santo Domingo de Guzmán.
De acuerdo al Beato Santiago de la Vorágine, San Pedro fue un gran conocedor de las Sagradas Escrituras y un ejemplo de pureza, austeridad y firmeza en defensa de la fe. Precisamente este hagiógrafo subraya que Pedro de Verona, aun habiendo sido parte de una familia “entenebrecida por el error”, supo “conservarse inmune” a la mala doctrina. Prueba de ello fue su pronto ingreso a la Orden de Predicadores, ya conocida por su ortodoxia y los elevados estándares de formación intelectual. En Bolonia tuvo un trato cercano con varios futuros santos, entre los que destacaba sin duda Santo Domingo.
Predicador incansable y guardián de la doctrina
Terminada la etapa de formación eclesiástica, Pedro fue ordenado sacerdote. Su impulso evangelizador lo llevó a enseñar la doctrina con rectitud y cuidado. Recibió el encargo de combatir a los herejes en Vercelli, Roma, Florencia y otras ciudades del norte de Italia. Instituyó las denominadas “Asociaciones de la fe” y la “Cofradía para la alabanza de la Virgen María”, con notable éxito en lugares como Milán y Perugia.
En 1248 fue designado prior del monasterio dominico de Asti y un año después del de Piacenza. En 1251, el Papa Inocencio IV lo nombró inquisidor (miembro del Tribunal del Santo Oficio) de Lombardía y prior de Como. Lamentablemente, mientras su fama se extendía, sus enemigos hacían planes para deshacerse de él.
Testigo de la verdad
El complot en su contra se ejecutó el 6 de abril de 1252, cuando el santo regresaba de Milán al monasterio de Como, ubicado cerca de la localidad de Barlassina. San Pedro de Verona fue atacado por un hombre llamado Carino de Bálsamo, quien le asestó dos golpes de hacha en la cabeza. Pedro, mientras agonizaba, y con las últimas fuerzas que le quedaban, escribió en el suelo con su propia sangre: “Creo en Dios”.
El 9 de marzo de 1253, solo un año después de haber sido asesinado, fue canonizado por el Papa Inocencio IV. Su cuerpo fue trasladado a Milán y sus restos reposan hoy en la iglesia de San Eustorgio en esa ciudad.
Fuente: aciprensa.com