TUS MANOS, SEÑOR.
¡Tus manos, Señor! Tus manos me acarician, me sostienen, me rescatan, me conducen, me dan paz, me transmiten amor, me animan, me sanan, me cubren… tantas cosas más. Tus manos me hacen sentir que estás conmigo y yo, como un chiquillo, no me puedo quedar quieto; así que me escapo, me pierdo, me suelto, y tu siempre procurando ofrecerme tus manos… Siempre he de buscar tus manos, porque ellas eternamente están dispuestas a recibirme, además nunca encontraré otras que me den el amor que solo tu ofreces.