(RV).- Mientras acompañamos y vemos a Francisco volver a su querida tierra Latinoamericana, porque el Papa es hombre de afectos y fiel a sus amores, como en el caso de Ecuador con los estudiantes jesuitas en su tiempo de formador o como su pública admiración y cariño por la mujer paraguaya; hay mucho más de fondo que el simple afecto humano en este viaje. El afecto se funda en la vocación esencial del ser humano, que es la “salida al otro” y esta “salida al otro” en la Iglesia, está en directa relación con la fe en Jesús y con la salida misionera fundamental que ésta implica. De por sí, esta salida del “yo, mío, para mí y conmigo” del egoísmo, de la comodidad, para ir al otro como nos invita Jesús; este descentramiento ya es en sí mismo caridad o la base de la caridad por la atención, la consideración, el amor al otro. Y el amor que mueve a Francisco a salir, no es solamente el amor de la familia de la sangre o de la tierra, sino el amor de Jesucristo, hijo de Dios que ofreció la vida también por el pueblo latinoamericano, como después lo hizo Romero.

 

Se juntan los amores hoy en el corazón y en la historia de Francisco y el amor de Jesucristo da sentido a los otros amores, porque sólo el amor de Jesús nos cura del mal, nos une a pesar de las diferencias, permite la reconciliación entre los hermanos, nos ofrece vida plena. Y Francisco quiere compartir con nosotros este amor, recordárnoslo, hacerlo presente con sus gestos sencillos pero concretos que nos re-editan el evangelio, que nos permiten ver a Jesús mismo en acción entre su pueblo, a través de su vicario. Por eso, no llega desde arriba a “bajar línea”, a discutir planes de evangelización. Se trata de un encuentro fecundo de la familia de la sangre, de la tierra y sobre todo de la fe; para comulgar la alegría del encuentro con Jesús al centro: verdadero protagonista en este viaje del sucesor de Pedro a Ecuador, Bolivia y Paraguay.

 

Siguiendo a Francisco, peregrino en salida misionera, jesuita Guillermo Ortiz.

(from Vatican Radio)