Cada 19 de octubre la Iglesia Católica celebra a San Pablo de la Cruz, el fundador de los Padres y Hermanas Pasionistas, quien invitaba a obrar “de manera que todos vean que llevas, no sólo en lo interior, sino también en lo exterior, la imagen de Cristo crucificado, modelo de toda dulzura y mansedumbre”.
Nació en Ovada, Italia, en 1694. Cada vez que pasaba por algún sufrimiento, su madre le recordaba del crucifijo y su padre le leía vida de santos que lo animaban a ser mejor.
Tuvo una aparición de la Virgen en la que se le reveló el hábito, el emblema y estilo de una comunidad religiosa en Jesucristo crucificado. San Pablo le compartió este mensaje a Mons. Gattinara, Obispo de Alejandría, quien le puso el hábito de la pasión.
Más adelante, ante la Virgen “Salus Populi Romani”, en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, hizo voto de promover siempre la Pasión de Jesucristo.
Se asoció con su hermano Juan Bautista y juntos emprendieron la misión de fundar una comunidad. Luego el Papa les permitió fundarla y fueron ordenados sacerdotes en 1727.
San Pablo de la Cruz solía tener una cruz en la mano y a veces usaba una corona de espinas en la cabeza para predicar sobre los sufrimientos de Cristo.
Dice la tradición que en ocasiones se le aparecía a algunas personas para darles indicaciones importantes y luego desaparecía, estando él en otro sitio en ese momento.
Finalmente logró fundar la comunidad de los Padres y las Hermanas pasionistas, que se dedicaron a propagar el amor a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
El Papa Clemente XIV le concedió a San Pablo de la Cruz la casa y la Basílica de los Santos Juan y Pablo, donde vivió sus últimos días. Fue llamado a la Casa del Padre en 1775 con 80 años de edad.
De esta gran familia Pasionista surgieron San Vicente María Stambri, San Gabriel de la Dolorosa y Santa Gemma Galgani.
Fuente: aciprensa.com